Hace unas semanas, el Gobierno quería implementar una medida en materia laboral que fue foco de conflicto y controversia: Las Autobajas Médicas. En resumen, los trabajadores podrían autojustificar bajas de 3 días para no saturar la sanidad.
La medida permitiría, en palabras de la ministra de Sanidad, “que tú puedas autojustificar una enfermedad leve durante los primeros tres días”. De esta forma, según afirman desde el ministerio que dirige Mónica García, se ahorrarían “miles de consultas al año”, lo que supondría el alivio en situaciones de especial incremento de casos de enfermedades leves y evitaría colapsos de los servicios sanitarios.
La medida reduciría los trámites al mínimo: bastaría con una ‘autodeclaración’ responsable, en coordinación con los ministerios de Seguridad Social y de trabajo. Esto evitaría el trámite de acudir al centro médico, distendiendo la Atención Primaria. La medida se contempla para cuadros leves de enfermedades (como, en este caso, la gripe). En términos prácticos, evitaría que una persona levemente enferma tenga que pedir cita y acudir al médico y pueda guardar reposo autojustificando su baja laboral.
Esta medida no estuvo exenta de polémica. La patronal y los medios de comunicación pusieron el foco sobre la posibilidad de fraude por parte de los trabajadores y sobre el coste que le supone a los empresarios esas ausencias en el puesto de trabajo. Es entonces cuando apreciamos que, estos medios de comunicación, en su intento de beneficiar a la clase dirigente, arrojaron datos sobre los costes que supondrían a las empresas esas bajas autojustificadas. El medio ‘El economista’ nos trajo el siguiente titular: “Las ‘autobajas’ de tres días costarían a la empresa 2.274 euros por empleado”
En el cuerpo de la noticia, decían lo siguiente: “La medida, todavía en fase de consenso, tendrá un impacto económico en las empresas españolas. Un primer cálculo apunta a un coste de 2.274 euros por trabajador durante las 72 horas que puede el empleado estar de autobaja. El cálculo se estima a partir de las cotizaciones a la Seguridad Social a las que tendrá que hacer frente la empresa y a la ausencia de productividad generada por esos tres días en los que el empleado no abonará cuotas.”
Si aplicamos una lectura crítica a todo esto, cabría preguntarnos ¿Cómo es posible que yo le cueste a la empresa todo ese dinero por 3 días de ausencia mientras mi salario mensual supera vergonzosamente los 1.000 €?
La noticia desarrolla su cálculo de la siguiente manera: “Para un salario medio de 25.000 euros brutos al año, las cotizaciones ascienden a 66,93 euros (costes laborales), aplicando un tipo del 32,05%. Por otro lado, según un informe del Colegio de Economistas de Madrid (Cemad), la productividad media de la economía española asciende a 92 euros por hora, que si se multiplica por las tres jornadas laborales de ocho horas que se perderán a causa de uno de los virus pandémicos supone 2.208 euros. En total, sumarían los 2.274 euros por trabajador que sufra una de estas enfermedades durante tres días con el modelo propuesto por Sanidad.”
¿Cómo puede ser que la empresa deje de ganar todo este dinero mientras a mí me pagan una centésima parte de todo eso? A la empresa le costamos una mísera parte de lo que, según el colegio de economistas (Un organismo poco sospechoso de buscar la emancipación de la clase trabajadora) , producimos para el empresario. Aquí es donde entra el concepto de plusvalía y es lo que venimos a desgajar.
Un empresario necesita sacar un beneficio de tu trabajo. Es decir, que cuando un empresario te contrata, no es porque te esté haciendo un favor o tenga un afán patriótico por crear empleo, sino que quiere ganar más dinero con el sudor de tu esfuerzo. Esto es, si sigues trabajando en tu empresa o mantienen a la plantilla, es porque una parte de tu trabajo va destinada a la cuenta de beneficios de la empresa y sus accionistas. La plusvalía es, en resumen, la materialización de un trabajo no pagado. Cuando vemos estos titulares, podemos apreciar cómo somos la clase trabajadora quienes creamos la riqueza y los que realmente producimos para el empresario. Tu jefe siempre te va a pagar por debajo de la riqueza que generas.
En el proceso de producción, una empresa prevé un retorno de su inversión. Esto es, que cuando invierte dinero (D) en un proceso productivo (M), busca conseguir una cantidad de dinero mayor (D’). Quedando esto así D-M-D’. Esto quiere decir que el beneficio es una exigencia dentro del sistema capitalista para que este funcione. Ese beneficio sólo puede conseguirse con la explotación de su mano de obra o abaratando los costes de producción. En España, de hecho, tenemos un que los empresarios ganan más en términos relativos que la media de los países europeos.
Esto tiene una explicación clara. Y es que aquí la vulneración de nuestros derechos y nuestra protección como trabajadores es menor. Por lo que tienen más capacidad extractiva para robar el fruto de nuestro trabajo. De hecho, cuanto más tasa de sindicación hay, menor es su capacidad de acumular riqueza. Cuánto más organizados estamos, menos parte del pastel para los empresarios. La inversión del proceso productivo comprende a los gastos fijos (materias, salarios, medios de producción), gastos variables (imprevistos) y una tasa de retorno con la venta de ese producto o servicio (beneficios). Esa tasa de retorno es la rentabilidad de ese proceso productivo y mayor será cuanto más ingresos obtenga o menos gastos fijos genere el proceso.
El conflicto de clase emana sobre el hecho concreto de que al empresario le interesa pagarte lo menos posible y a ti te interesa ganar más. Y tu salario tiene una relación directa con su plusvalía. A menos ganes tú, más gana él. Podemos imaginar su cuenta de beneficios si en 3 días de ausencia de un trabajador pierde el dinero equivalente a 2 salarios mensuales. Ante el periodo de crisis que hemos vivido y sus sucesivas caídas (agotamiento de recursos naturales, pandemia, caída de la producción…) los empresarios intentan ahorrar costes mediante el abuso sobre nuestros derechos laborales. Sus beneficios son a costa de nuestras vidas. Y cuánto más parte del pastel necesiten para ser cada vez más ricos, será en detrimento de nuestras condiciones de existencia.
El coste de las autobajas médicas es un ejemplo muy gráfico y claro de cuánto nos necesita el empresario. Si eso le cuesta un trabajador por tres días ¿cuánto podría llegar a perder por una huelga total de la plantilla?. Esta lucha por nuestro salario y nuestros derechos es sólo el primer paso hacia el control de la producción por nuestra parte. Ir construyendo parcelas de lucha donde tengamos más capacidad de decisión para luchar por un mundo mejor. Un mundo donde repartamos el trabajo necesario, respetemos el planeta y vivamos poniendo el bienestar social de la mayoría en el centro.